Tomando la decisión de dejar la carrera ejecutiva
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Rafael Rodríguez
Es común que cuando se está en algún punto de la quinta o sexta década de vida, quienes desempeñan posiciones ejecutivas piensen dejar la carrera ejecutiva corporativa. En esos años prácticamente todos los ejecutivos piensan qué hacer y llegan a la conclusión que más de lo mismo no es una opción para los siguientes quince o veinte años de vida activa que todavía quedan por delante, más aún cuando la situación patrimonial les permite enfrentar las futuras necesidades económicas con cierta tranquilidad.
Muchos piensan ocupar su tiempo en realizar una lista de tareas pendientes que no han podido llevar a cabo. Estas incluyen una serie de viajes, de aficiones deportivas y mayor dedicación a los hijos y a esas alturas a los nietos; ordenar un poco las finanzas personales y dedicarle un poco más de tiempo al campo o a algún otro negocio que no se formó contando con esa dedicación, pero que nunca viene mal.
La verdad es que después de los primeros viajes, los ordenamientos programados, el tiempo pasa de ser un recurso escaso a uno abundante, la energía que demandan esas actividades es en general mucho menor que las que se requerían como ejecutivo y viene un ajuste en el nivel de adrenalina que genera el organismo. Si este proceso no se administra bien, es común observar un “envejecimiento súbito”, producto de un acostumbramiento del organismo a una menor demanda de energía vital.
No es inusual encontrar a personas que relativamente poco tiempo después de haber dejado sus exigentes cargos ejecutivos parecen haber sumado años de vida y junto con ello inician un proceso de pérdida de seguridad, confianza en sí mismos para abordar desafíos exigentes y se adaptan a pasar desde un nivel de exigencia de 100 a un nivel de 25, cuando su expectativa inicial era de llegar a uno de entre 60 y 80.
Para evitar este curso de las cosas, es importante planificar debidamente este paso antes de darlo. En este contexto, las responsabilidades como director de empresas son muy compatibles con este cambio de vida laboral. La experiencia acumulada en los directorios es donde es más útil. No hay que hacerse mucha ilusión con los directorios independientes de sociedades abiertas; son relativamente escasos en el mercado, son los controladores quienes designan a la mayoría de los mismos.
Otra opción es la de director de empresas cerradas, típicamente empresas familiares donde habitualmente se requiere no sólo participar en una reunión al mes más su debida preparación, sino que además se piden más horas de asesoría
Una tercera opción es la de Directorios en Fundaciones, donde lo más requerido es la posibilidad de hacerse cargo de ciertos temas que sus Administraciones no tienen estructura para abordar o capacidad de llevar adelante. En estas últimas la remuneración si es que existe es poca, pero la recompensa aún cuando no monetaria es muy alta.
En síntesis, para dar este importante paso en forma fluida es necesario planificarlo buscando generar una plataforma de opciones que demanden una contribución intelectual compatible con la gran experiencia acumulada durante la carrera ejecutiva, que permitan hacer una transición desde la intensidad y foco propios de las responsabilidades ejecutivas, hacia una diversidad de responsabilidades con un mayor énfasis en la dirección de actividades o proyectos que en la ejecución de los mismos.